A los indígenas siempre les sobran motivos para hacer fiesta


Hola a todos/as:


No acostumbro a escribir tan seguido, pero después de la fiesta de hoy en la Comunidad de San Miguel, cuando se lo contaba a alguien, me decía que en las ciudades ya no hay tiempo para fiestas, que la alegría es a cuenta gotas.

Esto me lleva a reflexionar sobre como cada pueblo se plantea la vida y dónde busca la felicidad. Para muchos se encuentra en lo que tienen, en cuanto para otros está en las pequeñas cosas del día a día, en compartir desde la simplicidad, sin complicarse la vida con ceremonias estériles e inútiles.

Poco a poco voy descubriendo cuantas cosas tengo que aprender con los pueblos indígenas, cómo ellos viven los valores del Evangelio de una forma mucho más clara que en otros lugares. Lo peor de todo es que muchos piensan, o hemos pensado, que ellos no saben lo que es bueno, que somos nosotros quienes les tenemos que enseñar.

No depender de relojes, de calendarios..., aprender a vivir con poco y a no tener miedo de poner las cosas a disposición de los otros. Los pueblos indígenas me muestran eso cada día y por su forma de sonreír a carcajadas creo que, aunque tengan muchas menos cosas que en otros lugares, son mucho más felices.

Arroz, macarrones, un poco de pollo, y poco más, cuando se comparte en comunidad es motivo de la mayor alegría y de que las sonrisas aparezcan sin querer.

Es bueno que pensemos y aprendamos. Yo lo intento cada día, espero que un día lo consiga.

Un abrazo  

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