Cuando una lata de mejillones a uno le parece un manjar
Cuando uno vive lejos de aquello que
algunos se empeñan en llamar “civilización” aprende a disfrutar con lo poco
que tiene, a dar valor a las pequeñas cosas y a saborear aquello que
nos traslada a otros momentos y lugares.
Hoy, después de volver de la misa en
una comunidad, decidí abrir una lata de mejillones, de esas que uno
trae cuando se deja caer por la Madre Patria. Eso me llevaba a pensar
en las veces que decimos que hay cosas sin las que uno no puede
vivir, una lista que a veces hacemos interminable y que en la medida
en que no somos capaces de satisfacer nos convertimos en personas
infelices, pues pensamos que “no tenemos aquello que da sentido a nuestra
vida”.
Dice esto alguien que todavía tiene
sus pequeños lujos, que disfruta de cosas que la mayoría de quienes
hoy son mis vecinos o mis feligreses no tienen, que vive con más que
la mayoría de los que están más próximos, aunque no pueda comer
una lata de mejillones todos los días.
Esta semana se celebraba en Brasil el
día del indio, vi muchas fotos de niños en todo el país vestidos
como ellos piensan que se visten los indios, pero que después no
quieren saber nada cuando ven que los indios de verdad son masacrados
por un gobierno que les deja sin escuela, sin sanidad, sin derechos y
les quiere dejar sin sus tierras, favoreciendo a las empresas
madereras y mineras, a los grandes emprendimientos turísticos, para
que venga gente a ver indios vestidos como ellos piensan que los
indios todavía se visten...
Aquí en Cucuí, que es una comunidad
de indígenas, nadie hizo nada para conmemorar el día del indio,
pues en la misma fecha era el día del Ejército Brasileño, que está
aquí presente y da o ha dado trabajo a muchos jóvenes de Cucuí y
da dinero a los comerciantes locales... Y ahí uno se pregunta por
qué algunos indios no quieren ser más indios o por qué no quieren
ser vistos como indios.
Brasil es un país con grandes
prejuicios, donde muchos, aún siendo víctimas se ponen de lado de
los verdugos. Hace poco un diputado brasileño, Jair Bolsonaro, una
especie de Hitler del siglo XXI, dijo públicamente que los negros no
servían ni para procrear. Esta semana he escuchado a un negro decir
que si Bolsonaro es candidato a Presidente de la República, lo que
es una posibilidad cada vez más plausible, va a votarle...
Un país en el que matar es la cosa más
fácil y sin consecuencias. El jueves han matado a nueve campesinos
aquí en la Amazonia, por defender sus tierras ante el acoso del
agronegocio. Estoy seguro que nadie, o por lo menos los verdaderos
responsbles, aquellos que mandaron matar, va a ser condenado. Al fin
y al cabo, es el agronegocio quien ha financiado las campañas
políticas de muchos de los que hoy se sientan en los escaños del
Congreso y el Senado.
En fín, cosas que uno piensa y que no
sabe como responder. Espero que a partir de mañana, que me voy a las
comunidades del Río Xié durante once días, en aquellos lugares
donde uno sólo escucha la voz de la gente y de ese Dios que nos
habla a través de la Creación, pueda continuar pensando y
descubriendo alguna cosa.
Allí no va a haber ni mejillones, pero
uno va a ver como la gente tiene tiempo para hablar contigo, de reírse a carcajadas, de bañarse en el río, de vivir
sin reloj... pues son los dueños del tiempo.
Un abrazo
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