La misión es hacerse presente entre quien vive en las periferias del mundo... y de la Iglesia.

Hola a todos/as:

Hay pequeños gestos que nos emocionan hasta el punto de que se nos salten las lágrimas, pues en ellos vemos el cariño que los otros nos tienen, sobre todo cuando eso nos llega a través de personas sencillas que nos regalan aquello que necesitan y a lo que renuncian con alegría como señal de agradecimiento.

Este viernes he llegado de visitar las comunidades más alejadas, donde he pasado doce días. Puedo decir que fue un tiempo en que descubrí la presencia de Dios en muchos momentos, donde una vez más sentí que la esencia de la misión está en hacerse presente entre aquellos que viven en las periferias del mundo... y de la Iglesia, pues en ella también hay lugares donde escasean los servicios básicos y algunos se ven obligados a conformarse con las migajas, en cuanto en otros existen privilegiados, católicos que exigen y tienen atendimiento a la carta.

Esta vez, además de visitar todas las comunidades del Río Xié, tuvimos un encuentro con los catequistas de ese río. Se me cayó el alma a los pies cuando me decían que hacía más de cinco años que no tenían ningún encuentro de formación, a lo que se une que en este tiempo la presencia inclusive sacramental ha sido muy efímera y llevada a cabo con muchas prisas.

La culpa no es sólo de los misioneros, también de la diócesis, que racanea la gasolina para que se pueda visitar a esa gente, que siempre nos acoje de corazón. No acepto que se deje de gastar dinero en aquello que es la esencia de la Iglesia, que es la misión, hacerse presente en la vida de la gente. Todavía más cuando se ve como se derrocha en otras cosas que sólo pretenden guardar la apariencia de algo que no existe.

En una de esas comunidades el capitán dijo que tenían que agradecerme por haberles ayudado a cambiar el tejado de la Iglesia, que ya tiene goteras. Me emocioné, pues esa gente, como en casi todas las comunidades se esfuerzan por hacer agradable nuestra estancia entre ellos. Con un nudo en la garganta les respondí que ellos ya me agradecen cada día, pues siempre me hacen que entre ellos me sienta en casa. A pesar de las palabras, ellos llegaron con frutas y otros regalos, que en su sencillez mostraban la grandeza y generosidad de su corazón.

Estas cosas nos ayudan a superar todos los desafíos con los que uno se va encontrando, el cansancio de ir con la casa a cuestas durante casi dos semanas, y me hacen ver que Dios siempre se hace presente en los lugares más recónditos y en las personas más sencillas.



Un abrazo

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