¿A quién y para qué lavar los pies?

Hola a todos/as:

Escribo estas líneas con lágrimas en los ojos después de ver el vídeo de la Misa de la Cena del Señor en el que el Papa Francisco lavó los pies de presos de una cárcel de Roma, inclusive de un niño pequeño que estaba en brazos de su madre y descubro una vez más en su persona la presencia del Dios que se hace Amor. 

Dentro de dos horas voy a participar de la misma ceremonia junto con la gente que acompaño en las comunidades de Piritiba y me pregunto: ¿Lavar los pies de quién, para qué? ¿De aquellos que de un modo o de otro se sienten próximos a mi? ¿Para cumplir un precepto litúrgico propio del Jueves Santo? Si quiero ser presencia de Jesús en medio de la humanidad tengo que estar dispuesto a amar hasta el extremo, haciendo aquello que nadie espera, que muchos reprueban porque no están dispuestos a hacerlo...

Celebrar el Misterio Pascual debe llevarnos a asumir que entregar la vida, que amar hasta el extremo vale la pena, que nos hace plenamente felices y nos convierte en presencia de Dios para una humanidad que le busca y no siempre le encuentra, pues no estamos dispuestos a testimoniarle. 

¿Cómo hacer presente a Dios en mis idas y venidas, en el contacto con la gente? Hoy en la misa crismal, que esta mañana celebrábamos, renovaba una vez más las promesas sacerdotales y me preguntaba hasta que punto esa vida sacerdotal es imagen de Jesucristo. En estos días he participado de las confesiones en las parroquias que forman parte de este arciprestazgo y escuchando a la gente percibo cómo la misericordia de Dios es acogida. En la misa del Papa veía en las lágrimas de algunos a los que el Papa lavaba los pies el agradecimiento para con ese Dios que perdona y que nos da una nueva oportunidad. Frente a un mundo que condena para siempre, un Dios que es misericordioso...

Es un desafío continuo ser testigos de esa misericordia de Dios en las pequeñas cosas que hacemos. Los cambios no se producen inmediatamente, ni con grandes hechos, sino lentamente y a través de pequeñas cosas. A veces uno piensa que no vale la pena recorrer 50 kilómetros para celebrar una misa con diez personas, o dar un curso de Biblia para un pequeño grupo o encontrarse con un grupo de jóvenes a los que no se les ve cotidianamente dentro de la Iglesia... Pero al final es eso lo que puede provocar cambios en las personas, transformaciones que se van extendiendo y van creando un mundo mejor, más humano, más fraterno...  

¡Feliz Pascua!

Un abrazo

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