Siempre en movimiento para poder llegar a más gente

Hola a todos/as:

Muchas cosas han pasado desde la última vez que escribí y puedo decir que la mayoría han sido motivo de alegría. 

Del 4 al 6 de septiembre estuve en la diócesis de Ilheus, asesorando un encuentro de la Pastoral de la Juventud en el que estaban presentes 300 jóvenes. Fue un momento para recargar las baterías y ver que eso dijo el Papa a los jóvenes argentinos en la JMJ de Rio de que hagan lío es una realidad y que es posible un mundo y una Iglesia mejor para todos, que hay gente dispuesta a luchar para que esto sea así.

De allí me fui a las playas paradisíacas de la región, que son espectaculares y que es bueno conocer, pues eso nos ayudar a valorar todavía más esa naturaleza tan explotada vilmente y poco cuidada. 

El martes conocí a una de las personas más impactantes con las que me he encontrado, Babau Tupinambá, un indígena perseguido por el gobierno brasileño, a quien enfrenta sin miedo en la tentativa de conseguir mejores condiciones de vida para su gente y todos los indígenas brasileños, tan perseguidos por la sociedad con el consentimiento del propio gobierno. Fui a la aldea donde vive para hacerle una entrevista que publicaré en Religión Digital en los próximos días y vi cómo esta gente vive en armonía con la naturaleza y las fuerzas que ella encierra.

De miércoles a jueves participé de un encuentro de oración y estudio con los curas del Prado de la diócesis. Estar con ellos siempre es bueno, aunque yo no formo parte del grupo. Además el encuentro fue en Igatú, una comunidad de Andarai, donde me siento muy a gusto. Fue momento para compartir experiencias y poder encontrar juntos el mejor camino para hacer realidad el Evangelio entre los más pobres.

Vine para Piritiba para celebrar en una comunidad el viernes por la noche y tener un fin de semana de lo más movido, pero al mismo tiempo gratificante. El sábado tuve dos reuniones de formación en dos núcleos de comunidades y después dos misas en dos comunidades de la zona rural. El domingo fue encuentro con un grupo de jóvenes y adultos que van a hacer la Primera Comunión la próxima semana en una comunidad de la zona rural, donde durante más de veinte años no fue atendida por nadie y que poco a poco se ha organizado y va creciendo poco a poco, señal de que el trabajo misionero vale la pena y produce frutos. Después tuve dos misas en la zona rural y otra en la ciudad y llegué a casa cansado, pero todavía encontré fuerzas para escribir una noticia para Religión Digital sobre una romería en el sur de Brasil.

El lunes fui a Itaetê, que está a 250 kilómetros de aquí, pues había sido invitado para celebrar con una comunidad que estaba en la novena para la fiesta de Nuestra Señora de los Dolores. Fue una gran alegría encontrarme con la gente con quien conviví durante 6 años, especialmente con Doña Nay, que fue expresamente a la ciudad para verme y darme un regalo, de esos que llegan al corazón. Ella nunca se cansa de decir que hoy es lo que es gracias a mi. Confieso que no hice nada especial, sólo tenerla en cuenta y hacerla ver que todos somos importantes.

A la vuelta tuve que dejar el coche en la ciudad vecina, pues se pincharon dos ruedas y vine en el de Carlos Fontenele, el párroco de allí y que ya vivió conmigo cuando era seminarista. Tuve suerte de llegar allí y no tener que dormir en el camino. La mano de Dios que siempre nos cuida... 

La misión es así, tiene sus dificultades, pero uno siempre recibe mucho más de lo que da. Muchos kilómetros que se traducen en alegría que nos hace disfrutar de las pequeñas cosas del día a día.

Un abrazo.

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