Muchas preguntas para pocas respuestas

Hola a todos/as:

Este martes se ha cumplido mi primer mes en estas tierras, estas aguas del Río Tiquié, donde Dios me ha enviado para poder descubrir su presencia. 

También esta semana ha sido la primera en que he hecho lo que aquí llamamos itinerancia, que es visitar las comunidades esparcidas por los diferentes ríos de la parroquia. Estos días han sido en el Río Castaño, de lunes a viernes. Hemos visitado cuatro comunidades, pues hasta el martes había poca agua en el río y no pudimos llegar a las dos comunidades de la cabecera. Esto me lleva a pensar una vez más en que aquí casi nada está bajo control y que los planes no siempre salen como uno espera y que eso no es culpa de nadie, simplemente es así.

He ido con la hermana Rosy, una salesiana italiana que lleva más de 40 años en la región y que es como un tractor de estera, no se la pone nada por delante, lo que a los 67 años, para mí es una cosa admirable, pues no tiene miedo de subirse a la lancha, pasarse varias horas en una posición no muy cómoda y llegar y atender a la gente como enfermera, además de hacerlo con alegría. También iba un matrimonio, Conrado y Joana, profesores jubilados que facilitan el trabajo pues hablan la lengua de la gente, ya que muchos no consiguen comunicarse fluidamente en portugués.

Me he hecho muchas preguntas en estos días a partir del contacto con la gente, descubriendo el sufrimiento de quienes no disfrutan de los mínimos derechos que la constitución brasileña garantiza en términos de educación, sanidad, servicios sociales… Es gente que no cuenta y que son dejados a su suerte, pues los que mandan no se importan con los que les pueda pasar.

Pero al mismo tiempo es gente alegre, de carcajada fácil, con gran facilidad de compartir lo que tienen, lo que experimenté al ser agasajados constantemente, gente que la práctica totalidad participa de las celebraciones y que hace que la misión se haga más exigente, pues la sed de Dios es grande. Me sitúo ante todo esto con temor y temblor, pero con esperanza en que las cosas puedan ser poco a poco diferentes, en que el Reino vaya apareciendo y un mundo mejor para todos sea una realidad posible.

Me sorprendió lo que me dijo el profesor de una de las comunidades, cuando comentaba que donde viven todo viene por la gracia de Dios y que en la ciudad todo se compra y se vende. Allí, que aparentemente tienen menos, nadie pasa hambre, en cuanto en las ciudades mucha gente no tiene nada para llevarse a la boca. Es verdad que hay muchas otras necesidades, pero querer continuar viviendo donde muchos no irían ni de visita es una actitud que debe llevarnos a preguntarnos lo que estos lugares encierran.

La educación, pues las escuelas no tienen ni lo más básico, la sanidad es pésima y el atendimiento cuando existe es una o dos veces por año, llegar es la mayor parte del año una tarea complicada pues el lecho del río está lleno de árboles que dificultan y mucho el paso. Sin energía eléctrica, sin poder comunicarse con el exterior… Preguntas que me hago y que espero que un día pueda encontrar respuestas.

Un abrazo.

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