Una misa igual a aquella de 1500
¿Qué ha supuesto la Evangelización del Continente Americano a lo largo
de más de 500 años? ¿El cristianismo es una religión conocida o en algunos
casos todavía es una cosa distante y sin ser asumida?
Brasil es el país con mayor número de católicos del mundo, pero eso no
quiere decir que entre los que pueblan esas estadísticas, todos sepan lo que
eso supone. Esta semana presidía la Eucaristía en una comunidad Hupda, a
quienes en un artículo que debe aparecer en Religión Digital en estos días
califico como “los parias del Río Negro”. Al final de esa misa, la superiora de
las salesianas, que ha visitado la comunidad religiosa que ellas tienen en Parí
Cachoeira, me decía que ella creía que esa misa no había debido ser muy
diferente de la primera que los portugueses celebraron en su llegada a Brasil
en 1500.
No le falta razón a la hora de hacer esta afirmación y puedo decir
estoy de acuerdo. Allí casi nadie entendió nada, ni de la lengua que yo
utilicé, yo tampoco entiendo nada de lo que ellos dicen, ni de los ritos de la
celebración. Ellos se dicen católicos y no pongo en duda que lo sean, de hecho
la mayoría de los adultos se confesaron y comulgaron, otra cosa es si hablamos
de evangelizados.
Esto me sirve como ejemplo para reflexionar sobre los desafíos de la
misión y las constantes preguntas que surgen a cada momento para llevar a cabo
el trabajo evangelizar en un mundo cultural totalmente diferente. ¿Cómo entrar
a formar parte de un universo vital que se escapa a nuestros parámetros
tradicionales? ¿Cómo penetrar en la vida de un pueblo para que a partir de ahí
puedan experimentar que el Dios que les es anunciado no es un Dios fuera de su
realidad vital?
En estos diez primeros días de junio he visitado varias comunidades,
lo que me ha permitido ubicar todas las comunidades de la parroquia, pues
conocerlas es una tarea a más largo plazo. Puedo decir que visitar las
comunidades del interior, lo que aquí llamamos itinerância, es una experiencia
fantástica. Vale la pena ir con la casa a cuestas y ser esa Iglesia en salida
que se hace presente en la vida cotidiana de la gente. La alegría de ser
acogido en la simplicidad ayuda a superar las dificultades de los largos viajes
en lancha o a pie en medio de la selva, de mal dormir en una hamaca durante
varios días, de comer lo poco que uno va encontrando en las comunidades o
cargando de un lugar para otro.
Aquí uno encuentra la esencia de la misión ad gentes, de llevar la
Buena Nueva del Reino a los lugares más distantes y de ver cómo la fe nos hace
hermanos de quienes nunca habíamos visto antes. Cada día recuerdo el lema del
Equipo Itinerante, al que conocí en el curso sobre la Realidad Amazónica del
que participé en Manaos cuando llegué a estas tierras y que nos lleva a estar
donde nadie quiere estar, con quien nadie quiere estar y como nadie quiere
estar. Cada día estoy más convencido de que misión ad gentes es eso, aunque a
veces me falte valentía para asumirlo.
Un abrazo
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