Parece que fue ayer y ya se pasaron diecinueve años
Acabo de volver de una nueva
itinerancia. Han sido once días visitando las comunidades del Río
Xié, y puedo decir que he sentido la presencia de Dios muy próxima,
en la gente, en las celebraciones, en la alegría de aquellos que
viven con lo puesto y sin mucha parafernalia, en la naturaleza exuberante, que te regala postales inolvidables...
He visto que el Papa Francisco ha dicho
en los últimos días que los mejores sacerdotes tienen que ser
enviados a las periferias. Creo que no soy de los mejores, pero cada
día tengo más claro que mi lugar está en las periferias, acompañando
la vida de los abandonados.
En el Río Xie no hay más de 400
católicos y muchos se pueden preguntar si vale la pena pasar diez
días a tiempo completo para tan poca gente. Y es que la Iglesia
católica también vive de números, de Iglesias llenas, de
estadísticas... Todo eso nos aleja de los que viven en mundos
distantes y con ello nos sitúa cada vez más lejos del Espíritu de
Jesús de Nazaret, que vino al mundo para hacerse presente entre
aquellos que el poder político y religioso de su tiempo despreciaba
y discriminaba.
Una de las mayores reclamaciones que
uno escucha es la poca presencia de la Iglesia institucional entre
ellos, como pasan los meses y no aparece nadie con quien celebrar los
sacramentos, con quien conversar tranquilamente, con quien encontrar
orientaciones para el trabajo del día a día.
En estos días cumplí diecinueve años
de ordenación. Fue el día dos y estaba en una comunidad donde sólo
viven cuatro familias. Todo eso me trajo a la memoria los recuerdos
de este tiempo y a sentir una vez más que los caminos del Señor nos
llevan donde tiempo atrás uno ni se imaginaba.
Si al salir de la Catedral de la
Almudena aquel dos de mayo de 1998 alguien me dijese que iba a estar
más de diez años como misionero en Brasil y que hoy viviría
surcando los ríos de la Amazonia, probablemente me hubiese dado la
risa. Pero todo fue obra de Dios y en el momento en que Él quiso, en
una vida que fue conduciendo a su manera, sólo como Él sabe.
No puede dejar de agradecerle cada día
por haberme traído hasta aquí, por haberme acompañado en cada
momento, por hoy poder vivir con alegría mi vida como cristiano,
como sacerdote, como misionero en esta Amazonia que me atrapa cada
día más, con sus encantos, con sus sonrisas, como la de Miguel, con su Vida...
Sólo le pido a Dios que me siga
acompañando y me siga llevando donde Él quiera y cuando Él quiera.
Al fin y al cabo, cuando uno de deja conducir por Él, la vida fluye
con mayor paz y alegría.
Un abrazo
Felicidades por ese aniversario, feliz también por haber creído. Comparto ese comentario sobre el desinterés de los números. Dios se preocupa por cada uno de nosotros como únicos amadísimos, nosotros estamos llamados a amar igual. Un abrazo. Patricia.
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