Juntos somos más
Después de más de dos meses sin dar
señales de vida vuelvo a contaros mis aventuras y desventuras en
este rincón perdido en medio de la selva amazónica donde vivo e
intento ser presencia misionera entre los pueblos indígenas del Alto
Río Negro.
En este tiempo he estado en España de
12 de junio a 20 de julio, días que pasaron volando, pero que me
ayudaron a encontrarme con gente y realidades que siempre nos alegran
la vida y nos hace disfrutar de momentos que quedan marcados en la
memoria y el corazón.
A la vuelta pude comprobar una vez más
las dificultades que la gente encuentra para llegar a estos lugares
remotos. Hay tres barcos que hacen el trayecto entre Manaos y São
Gabriel da Cachoeira, que es la sede de la diócesis que me acoge.
Todos hacen un único viaje por semana y salen el mismo día a la
misma hora, por lo que tuve que esperar una semana para poder viajar.
Después de dos días y medio subiendo
el Río Negro llegué a São Gabriel junto con la hermana Rose
Bertoldo, de la Red Un Grito por la Vida, que ha venido a nuestra
parroquia para llevar a cabo un trabajo de toma de conciencia sobre
la problemática de la trata de personas y de la explotación sexual,
realidad muy presente en la Amazonia brasileña.
En la sede de la diócesis nos
encontramos con Juan Carlos y Virginia, un matrimonio que ha sido
enviado por la diócesis de Madrid para trabajar durante tres años
en la diócesis de São Gabriel y con quienes a partir de ahora voy a
formar equipo. Después de unos días esperando un barco, subimos
para Cucuí. La llegada fue motivo de alegría para la gente que nos
recibió de brazos abiertos y me hizo sentirme nuevamente en casa.
Pasado el fin de semana nos fuimos a
visitar las comunidades del Río Negro. Siempre digo que estas
visitas, que aquí llamamos itinerancias es la esencia de la misión,
pues supone hacerse presente en medio de gente a quienes
tradicionalmente la Iglesia ha acompañado sólo con visitas rápidas
y muy esporádicas.
Me quedo un día en cada comunidad, lo
que siempre es muy agradecido por la gente, personas que viven sin
prisa y nos ayudan a entender que es mejor vivir de esta manera. Lo
diferente de esta itinerancia es que he ido acompañado y he
descubierto una vez más que en la medida en que caminamos juntos
aprendemos unos de los otros y somos un mejor testimonio.
Me impresiona la ternura que comunica
Juan Carlos, sus gestos de cariño con la gente, su capacidad de ver
la vida desde una mística profunda, el cuidado de la vida y de la
gente que siempre transmite la hermana Rose, la determinación de
Virginia... Convivir con ellos me lleva a descubrir la necesidad de
iniciar nuevos modos para llevar a cabo aquello que desde hace ya
mucho tiempo marca mi vida, que no es otra cosa que ser misionero.
Un abrazo
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