Aprender a ser simple, a disfrutar de lo pequeño

Hola a todos/as:

Poco a poco voy recuperando el ritmo normal, después de un mes de muchas cosas, de idas y venidas. Han sido días de momentos importantes, que sin duda me ayudan a continuar caminando, avanzando en mi vida personal y misionera. En esta última semana he tenido la compañía de uno de los mayores liturgistas y compositores de música católica de Brasil, Reginaldo Veloso, que junto con su mujer y su hijo han venido a disfrutar de esta tierra maravillosa que es Andaraí. Junto con ellos, de jueves a domingo también estuvo otro matrimonio amigo, junto con su hija de un año. Es gente que he conocido en diferentes encuentros en la diócesis o a lo largo y ancho de este inmenso  Brasil.

Convivir con esta gente, tan renombrada y famosa, pero al mismo tiempo tan simple y que disfruta tanto de cada cosa que ve, me lleva a reflexionar y descubrir como la gente, y a veces yo mismo, que al final no sé hacer la o con un canuto, nos mostramos importantes y nos creemos superiores a los otros.

Cada día fuimos conociendo algunas de las cosas que hay por aquí cerca, nada a más de 50 km, y en lugares donde se puede llegar bastante cerca con el coche, pero en todo momento se sentían entusiasmados y agradecidos de poder estar allí. A cambio conseguí unas reflexiones de Reginaldo sobre la liturgia en las comunidades de base, que saldrá publicado en estos días en Religión Digital, que ahora se ha convertido en otro de mis quehaceres cotidianos y que está ayudando a difundir la misión. En estos días han sido publicadas algunas entrevistas que hice en el encuentro de Caracas a algunos obispos españoles que realizan su misión en diferentes países de América Latina y ayer escribía sobre la repentina muerte del jesuita Padre Libanio, una de las grandes mentes de la teología brasileña en los últimos 50 años y que siempre estuvo unido a la Teología de la Liberación y las Comunidades de Base, sin duda una gran pérdida.

Junto con esto, las celebraciones en las comunidades no pararon y siempre digo que este es uno de los motores de mi vida misionera, aunque a veces uno llega y se encuentra con sorpresas desagradables, como ayer en un campamento de sin tierra. La misa estaba marcada para las seis y llegué con bastante tiempo, pues venía de celebrar en otra comunidad. Al llegar me dijeron que la policía había estado allí buscando a un joven acusado de participar de unos robos que hubo en este último mes. Él consiguió salir de casa y los policías fueron atrás de él, disparando varias veces, en una zona de densa vegetación. 

Volvieron y dijeron que le habían matado y que si querían que la gente fuese a buscar el cuerpo, sin decir dónde estaba. Salieron a buscarle y no encontraron nada, con lo cual la desesperación aumentó, especialmente de la familia. Delante de esta situación vine para la ciudad para saber lo que de hecho había pasado. Hablando con unos y con otros conseguí saber que no había muerto y se había fugado. No defiendo a quien roba, pero nadie puede ser tratado como un perro. La dignidad de las personas está por encima de todo y la falta de respeto, inclusive con la vida, de la policía brasileña es patente y continua noticia. En un país tan violento como éste, estas actitudes sólo consiguen empeorar las cosas. Entre todos debemos buscar soluciones.

Al final, la misión es eso, buscar caminos comunes, tender puentes, promover la forma de actuar de Jesús. No siempre es fácil, pero eso no justifica que crucemos los brazos y dejemos que las cosas no cambien nunca. 

Un abrazo.

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