Amigos por la fe

Hola a todos/as:

¡Cómo es difícil de aceptar el hecho de ver que las cosas se desmoronan rápidamente, que lo que fue construido a lo largo de tanto tiempo y con la ayuda de tantas manos se cae por los suelos de un día para otro! Eso nos lleva a descubrir cómo la mundanidad, de la que tanto nos habla nuestro querido Papa Francisco, se ha instalado dentro de lo que debería ser de Dios y los afanes de cobrar protagonismo se colocan encima del servicio evangélico.

Ser consciente de que la historia no comienza con nosotros y no va a acabar con nosotros es un desafío a ser enfrentado, todavía más en una sociedad y una Iglesia en las que, cada vez más, abundan los salvadores de la Patria. Para mí es una señal de mente reducida y de actitudes que distan mucho de aquello que Jesús nos propone en el Evangelio.

La semana pasada fui a Itaetê y Andarai. Era el cumpleaños de mi gran amigo Erivaldo y cumplir 30 años es una cosa a ser celebrada como se merece. Por eso no reparé en el hecho de tener que recorrer 500 kilómetros entre ida y vuelta. Llegué de sorpresa y participé de la eucaristía y de la fiesta posterior. Fue un momento de gran alegría y de ver cómo es querido por la gente por su compromiso y trabajo. La tristeza vino del hecho de ver cómo en Andaraí está sucediendo lo que contaba en los primeros párrafos. Las actitudes autoritarias sólo conduce a situaciones negativas.

A la vuelta paré en casa de Carlos Fontenele, que vivió conmigo y Erivaldo cuando era seminarista, antes de ser ordenado diácono. Encontrarme con ellos me hace sentirme bien, acogido, en casa. Es gratificante saber que puedes llegar en casa de alguien a cualquier hora y que vas a ser bien recibido. Son lazos que no nacen de la sangre y sí de la fe y de la amistad y que cada vez se hacen más fuertes.

Llegando a Piritiba tuvimos la fiesta de una comunidad de la ciudad. Aquí las comunidades de la ciudad es algo que no está muy presente en la vida de la gente, más acostumbrados con otra forma de vivir la fe, más centrada en la Iglesia del centro de la ciudad y la figura del sacerdote como aquel que siempre dicen cómo deben ser las cosas.

El sábado nuevo viaje, otros 500 kilómetros, en el mismo día, pues tenía otros compromisos por la noche en las comunidades. Esta vez fue para participar del Congreso Regional de la Pastoral Familiar. Fue interesante escuchar algunas reflexiones que pretenden responder a los problemas que la familia enfrenta hoy en día en la sociedad. Otras es mejor ignorar, aunque sean pronunciadas por príncipes eclesiásticos. Ya dice el refrán: "A palabras necias, oídos sordos". No estaría mal leer los discursos de Francisco e imitar sus actitudes.

En fin, cosas que están ahí, que pasan por la vida y que nos ayudan a pensar, decidir y crecer...

Un abrazo.

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