La misericordia siempre viene de Dios

Hola a todos/as:

Hay situaciones que aparentemente nos superan. Por ello es necesario cambiar nuestra mentalidad y dejar que sea Dios quien se convierta en protagonista. En estos días previos a la Semana Santa mucha gente se está confesando y algunos no saben o no tienen facilidad para expresarse en portugués. Se confiesan en la lengua indígena y no entiendo absolutamente nada. Algunos podrían rasgarse las vestiduras ante esta situación, pero por otro lado estamos en el Año de la Misericordia, que insiste en la necesidad de ser instrumentos del perdón que viene de Dios, pues no podemos olvidar que Él es quien perdona.

Desde mi punto de vista cuestionar la validez de estas confesiones no tendría ningún sentido, pues la gente hace aquello que la propia Iglesia manda, que es buscar el sacerdote para confesarse. Si el sacerdote no entiende la lengua de aquellos con quienes convive, tiene que ser él quien aprenda esa lengua que la gente habla. Este es un paso a más en el proceso de inculturación que debe ser llevado a cabo en la vida del misionero, en este caso en mi vida.

La verdad es que los días van pasando y poco a poco voy tomando conciencia del lugar físico en el que me encuentro. Por ahora conozco la comunidad donde vivo y otras dos próximas que fui a visitar en estos días. Me voy adaptando a vivir permanentemente sudado, a los nuevos rostros, a las costumbres diferentes, a escuchar conversaciones que no entiendo nada, a la exuberancia y belleza del paisaje…

La gente aquí es muy practicante. Probablemente la participación de la misa del domingo supere el 70% y la presencia de jóvenes es significativa. Me sorprende el respeto que tienen por lo sagrado, la atención en las celebraciones y sobre todo la capacidad de sonreír de una forma cautivante. Son cosas nuevas y un buen punto de partida para continuar el trabajo hecho por otros misioneros que han pasado por aquí desde hace más de setenta años.


Una vez más cuento con la oración de quien lee esto, de la propia Iglesia que me ha enviado a continuar la misión en estas tierras lejanas, donde se percibe la presencia de Dios en tantas y tantas cosas, personas y situaciones que, a pesar de las diferencias, uno no se siente sólo, pues Él siempre está presente.

Un abrazo.

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