Un crucero sin lujo por el Río Negro

Hola a todos/as:

Después de más de diez días en São Gabriel estoy subiendo el Río Negro para Cucuí, para casa. Alguno se puede extrañar por la tardanza, pero en realidad aquí el tiempo tiene una medida diferente. Salí de Cucuí el día uno de enero y vuelvo más de un mes y medio después. Mis “obligaciones” en este tiempo fueron el encuentro de los misioneros de la OCSHA en Salvador y los seminarios y ampliada nacional de las comunidades eclesiales de base. En total poco más de dos semanas...

Está claro que el resto del tiempo no fue perdido y que hubo momentos de encuentro con gente, con personas que sin duda son especiales en mi vida, con las que aprendo mucho. Poco a poco uno va aprendiendo a tener nuevos criterios sobre la eficiencia de aquello que uno hace. Voy aprendiendo a mirar más y a esperar menos, a plantar más y a querer recoger menos, a vivir más a fondo las cosas, con más calma, sin tantos agobios. Al leer esto algunos van a pensar que soy un holgazán... cada uno entiende la vida de una forma diferente y creo que poco a poco he ido aprendiendo que la vida puede ser leída desde múltiples perspectivas.

La semana pasada, de miércoles a domingo, estuvieron en San Gabriel los obispos del Regional Norte 1, que engloba buena parte de las diócesis del estado de Amazonas junto con el de Roraima. Aquí la Iglesia es diferente, con menos oropeles, más próxima de la gente, lo comprobé una vez más con estos obispos, que se muestran cercanos a realidades a los que muchos no están dispuestos a llegar.

Escribo dentro del pequeño barco que junto a más de treinta personas nos lleva Río Negro arriba. Poco a poco, durante veintitres horas, iremos deslizándonos sobre estas aguas oscuras. La mayoría son mujeres y niños, que vuelven después de un tiempo de “vacaciones” en la ciudad o haber recibido el dinero de las ayudas sociales, cada vez menores con el nuevo gobierno. Las clases ya están comenzando y eso es lo que marca la vuelta para las comunidades.

El barco es un entramado de hamacas, cada uno va buscando un lugar donde poder tumbarse. El calor humano se siente próximo, pues en cuanto te mueves un poco te chocas con los vecinos de uno y otro lado, a veces con quien está encima y abajo. Es un verdadero puzle la forma como la gente se va encajando en los barcos que surcan los ríos amazónicos. No es un medio de transporte que use mucho, pero me parece de lo más interesante el hecho de mezclarse con la gente más sencilla, pues el barco es usado por aquellos que menos medios tienen, ya que la lentitud hace que sea más barato.

Me sorprende la generosidad de la gente, todos te ofrecen alguna cosa. Por eso, me pregunto qué es lo que hace que las cosas sean de lujo, si es lo que está alrededor de nosotros o la forma como uno es tratado. Muchos ya me conocen, al fin y al cabo es fácil reconocer a alguien tan diferente a ellos. La tranquilidad reina en el ambiente, nadie de se pone nervioso ni mira el reloj. Todos han asumido que antes o después van a llegar y que no vale la pena estresarse con el tiempo. Es mejor contemplar el paisaje, conversar con quien está al lado y disfrutar del “crucero”.

Ahora vamos a organizarnos, planear como vamos a caminar este año en esta nueva realidad. Ganas no faltan de ser presencia de Dios en medio de la gente y de descubrir su presencia en este lugar, con estas gentes. Rezemos para que así sea.

Un abrazo




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