Una Iglesia en la casa de la gente

Hola a todos/as:

Esta semana he estado en Cucuí, la sede de la parroquia. Hemos comenzado una nueva experiencia, que es la de celebrar la misa en las casas durante la semana, lo que en estos primeros días puedo decir que está teniendo buenos resultados, no sólo por la participción, sino por el buen ambiente que se respira.

De esta forma se consigue llegar a personas que por un motivo o otro no van a la Iglesia, donde vamos a continuar celebrando los domingos. La postura más fácil es criticar a quien no va, pero eso no va a mejorar nada. Somos nosotros quienes como Iglesia, como misioneros, debemos buscar el método que nos permita hacer llegar a la gente ese Dios que la gran mayoría está dispuesto a acoger.

El Papa Francisco nos habla de Iglesia en salida, de conversión pastoral, de cambiar la forma de hacer las cosas. Cada día estoy más convencido que en cada lugar es necesaria una forma de hacer las cosas, que no podemos llegar con todo preparado y que caminando con la gente vas descubriendo lo que cada comunidad necesita y cómo evangelizar a esas personas que pasan por situaciones concretas, que viven de una forma determinada.

Por primera vez también he ido al colegio para hablar sobre el tema de la Campaña de la Fraternidad y reflexionar junto con los jóvenes y adolescentes sobre el cuidado de la Casa Común y más en concreto de la Amazonia, de nuestro Río Negro. Juntos hemos descubierto los peligros que nos amenazar y hemos intentado descubrir acciones concretas que pueden ayudar a atajar esos problemas. Es necesario hacer ver a los jóvenes que no pueden destruir lo que sus antepasados, de generación en generación, preservaron hasta hoy.

También en estos días la comunidad está hablando mucho sobre un lamentable episodio que tuvo lugar la semana pasada, el asesinato de un señor en una comunidad próxima por cuatro jóvenes y adolescentes, todos menores de edad. Ya llevaban un mes huyendo, pues habían asesinado a otro señor el mes de febrero cerca de la ciudad. Fueron pasando de comunidad en comunidad, robando y sembrando el terror en algunos casos. Inclusive estaban en una comunidad cuando pasé haciendo la visita y participaron de la misa.

Mucha gente, yo también, nos preguntamos cómo es posible que gente tan joven pueda llegar a ese extremo de brutalidad. Ellos mismos asumieron que mataron al último señor porque les negó cinco litros de gasolina que pretendían usar para continuar su huída, lo que pone de manifiesto lo poco que vale la vida para algunas personas, que forman parte de una sociedad cada vez más violenta.

Todos como sociedad, nosotros como Iglesia, debemos reflexionar al respecto, pues de lo contrario no vamos a llegar muy lejos. Debemos ofrecer respuestas que ayuden a encontrar nuevas formas de vida, que ayudan a entender la necesidad de vivir desde el amor para con el otro o, al menos, desde el respeto.

Un abrazo

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