Uno de los nuestros, obispo

Hola a todos/as:

Hay noticias que nos alegran y nos llenan de esperanza, que nos hacen entender que nada es para siempre, que todo pasa y todo llega y que la historia se va escribiendo cada día y ésta puede cambiar de un momento para otro. Mi estancia en Brasil me ha ayudado a tener una visión diferente del episcopado, como gente de carne y hueso, con quien te puedes sentar a hablar de tú a tú, reírte o ver como viven sin mucha parafernalia. Recuerdo que la primera vez que Don André, el obispo de Ruy Barbosa, durmió en mi casa, me pidió una “mesita de noche” y, como no tenía otra cosa, le puse una caja de cartón. Y todavía me lo agrdeció...

En España, aunque sea algo que forma parte del subconsciente profundo, que casi nunca estamos dispuestos a reconocer, nuestra visión de los obispos, inclusive entre el clero, es diferente. Por eso, el nombramiento de José Cobo como obispo auxiliar de Madrid, junto con Santos Montoya y Jesús Vidal, que por otro lado era un rumor que ya había llegado con insistencia hasta estas periferias del mundo en que uno vive, es algo que desde ayer me ha llevado a pensar, a rezar y a agradecer a Dios, a la Iglesia y a agradecer a José que haya aceptado este nuevo servicio, por el que hay quien se alegra mucho y por el que va a recibir muchos palos.

Hablar de José Cobo es hacerlo de un amigo, y de la que gente a la que uno quiere se habla con el corazón. Nunca fuimos íntimos, pero siempre le he considerado un buen amigo y he encontrado en él una gran ayuda en los momentos en que le he necesitado y, por encima de eso, siempre he visto una referencia en mi vida personal y sacerdotal. Alguien que tiene la capacidad de decir las cosas con firmeza, de denunciar situaciones sin que la gente se cabree por eso, de unir diferentes sensibilidades y, sobre todo, alguien que ha descubierto que la Iglesia debe ser instrumento de salvación y casa materna para todos, una madre que siempre va a buscar a quien está lejos.

La distancia hace que uno no puede seguir de cerca la vida de los otros, ni siquiera de los amigos, pero pensando en los casi veinte años que nos conocemos, me vienen a la memoria muchas situaciones, conversaciones..., especialmente los momentos vividos en nuestra famosa patrulla, desde aquellos primeros tiempos en que con cierta frecuencia nos reuníamos a comer en aquel restaurante de la Carretera de Extremadura, cerca de su parroquia de San Alfonso, donde compartíamos nuestra ilusiones y proyectos pastorales de curas jóvenes, en un tiempo en el que vivíamos demasiado alejados del “centro”. También sé que, incluso en los tiempos “pre-Francisco”, tuvo actitudes pastorales que hoy se ven como normales, pero que en aquel tiempo chirriaban.

Ayer, en Alfa y Omega, Manuel Bru definía a los nuevos obispos como “Tres hombres de Dios..., que son normales, personas normales, sacerdotes normales. Es decir: sensatos, equilibrados, modestos, humildes, trabajadores, sencillos.... vamos, ¡normales!”, lo que en el caso de José Cobo refrendo. De Santos Montoya y Jesús Vidal no puedo decir casi nada, ni a favor, ni en contra. Con el primero coincidimos en el Seminario, pero después nunca tuvimos muchos más contacto que saludarnos las pocas veces que nos hemos encontrado, y del segundo sé lo que he leído u otros me han dicho.

En cambio, el portavoz oficial de los ultramontanos, alguien que cuenta con el apoyo e información de quien durante mucho tiempo dominó el cotarro, dice que José Cobo es malo. Creo que ese señor, si de él dice eso, a mí me quemaría directamente en las Calderas de Pedro Botero. Nadie contenta a todos, gracias a Dios, pues no hay nada peor que querer ser siempre políticamente correcto, un pecado cada vez más presente, inclusive dentro de la Iglesia.

Al fin y al cabo, éstas son reflexiones que nacen del cariño y del corazón, como ya he dicho. Podría decir mucho más, pero en este momento es lo que me sale. Por último, al amigo José Cobo le digo que no deje de ser normal, pues la Iglesia de Madrid, de España, del mundo, necesita gente como él. También que cuente conmigo, pues creo que yo voy a poder continuar contando con él.


Un abrazo

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