Visitas que nos ayudan a entender que cualquier día puede ser Navidad

Hola a todos/as:

A veces uno no se da cuenta de lo que vive en el día a día. La cotidianeidad hace que no sepamos analizar esas cosas habituales que se acoplan a nuestra vida como un vestido que nos cubre. Comentando el Evangelio de ayer, Antonio García Rubio, que me ha visitado del 20 de noviembre al 6 de diciembre, decía que “en la Amazonia se percibe un Dios vivo y misericordioso, consuelo permanente de sus criaturas”.

Y uno, cuando para y piensa y penetra en esa realidad circundante reconoce que esa afirmación es cierta, en todo, pero especialmente en los “indígenas, que mantienen vidas coherentes, acordes con la armonía, la fraternidad comunitaria y la unidad con la creación”, como nos decía Antonio. Una vez más he experimentado eso la semana pasada en una nueva itinerancia, en la que he ido visitando las comunidades del Río Negro, en la acogida de esas gentes que con poco te muestran la grandeza de un Dios al que le define por encima de todo su capacidad de donarse por completo.

Me da vergüenza escribir estas cosas, sobre todo cuando se refieren a uno mismo, pero las palabras de Antonio me han hecho pensar desde que las leí: “es increíble la fortaleza física, espiritual y afectiva que tiene. El trabajo es áspero, fatigoso, complicado. Pero él es como un rayo. Vuelvo maravillado de él, de su entrega, de su esfuerzo único. Todo el día luchando contra pobrezas e inconvenientes que se multiplican. Pero no pierde el ánimo. Y siempre abierto a la realidad pastoral de la Iglesia latina, brasileña y amazónica”.

Reconozco que son palabras que nacen de la amistad y el cariño que me tiene y, si responden a la realidad, sólo puedo decir que uno hace lo que tiene que hacer y que todo quiero que sea para mayor gloria de Dios. Por encima de las dificultades que uno encuentra en el día a día, siempre son mayores las satisfacciones. Nada mejor que escuchar un “Padre, gracias por venir”, cuando uno acaba la visita en una comunidad, o la sonrisa sincera de un niño al que se le iluminan los ojos cuando recibe un simple caramelo o un bolígrafo llegado desde España, aunque sea del Real Madrid (jajajaja).

La Parroquia del Pilar, con la que tantos sentimientos buenos me unen, le hizo un regalo a Antonio y a mí, pues disfruté mucho de su presencia, de nuestras largas conversaciones, tan necesarias en estos lugares, de sus consejos y orientaciones, pues en él uno descubre esa presencia divina, la de un Dios que nos hace sentir que siempre viene a visitarnos, que cualquier tiempo puede ser día de Navidad.


Un abrazo

Comentarios

  1. Muito profundo texto, palavras paridas do coração. Parabéns, grande homem que admiro muito.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Cuando una lata de mejillones a uno le parece un manjar

Gente que nos hace soñar con un mundo mejor

De la Ceca a la Meca