Dos ángeles que nos cuidan desde el Cielo

Hola a todos/as:
Alguno puede extrañarse de esta nueva entrada, pues ayer por la noche escribía otra. La verdad es que hoy quiero compartir el sentimiento de dolor que me invade delante de lo que ha sucedido en Itaetê. Ayer por la tarde dos hermanas de seis y siete años cayeron al río y se ahogaron. Estaban al lado del río junto con la madre, lavando los platos, pues en el barrio, el más pobre de la ciudad, no así en el resto, están sin agua desde hace varios días. La madre, que estaba con más hijos, inclusive uno de tres meses, no se dio cuenta y las niñas desaparecieron.
La gente empezó a buscar, pero vino la noche y tuvieron que parar. Esta mañana recibí una llamada de la animadora de la comunidad del Cruzeiro que me informaba de la desaparición de las niñas. Fuimos a visitar a la familia y después nos encaminamos para el río. Justo cuando llegamos encontraron los cuerpos, en una pequeña cueva en el fondo del río, de manos dadas. Fueron encontradas por la gente del barrio, pues ni bomberos, ni protección civil, ni policía, ni nadie apareció por allí. El motivo es claro, es una familia pobre, y cuando digo pobre es poco, la situación de esta gente es de necesidad extrema.
Nada más sacarlas del río comenzamos los trámites para intentar dar una solución. Quedaron al lado del río una hora y media cubiertas con una sábana y nadie aparecía para resolver nada. La solución propuesta era esperar a que un coche del Instituto Médico Legal llegase para ser trasladadas mas de tres cientos km y hacer la autopsia y esperar no se cuántos días hasta volver, para al final decir lo que era evidente.
Fuimos a la comisaría, hablamos con el policía y al final conseguimos que diesen permiso para que el médico de guardia del hospital firmase el laudo de la defunción después de examinar los cuerpos, evitando un sufrimiento mayor. Buscamos a la secretaria de Asistencia Social, que consiguió los ataúdes y pudimos enterrarlas esta tarde. Me viene a la cabeza el sufrimiento de la gente, especialmente de la madre (si es duro perder una hija, imagina dos al mismo tiempo y de una forma inesperada). Tanta gente llorando, niños, mujeres, hombres, la mayoría pobres, pero solidarios unos con los otros, unidos, intentando continuar la vida, muchas veces complicada, dura, llena de sufrimientos, pero también de alegrías, aquella que viene de saber que hay gente que te acompaña en todo momento.
Durante los más de cinco años que llevo aquí nunca había ido a ningún entierro. Hoy ha sido el primero y he de decir que presidir la celebración en la capilla del cementerio fue un momento emotivo, se me saltaban las lágrimas al ver a los ataúdes de las niñas y el sufrimiento de la gente. Decía que una de las grandes preguntas que todos nos hacemos es cómo y cuándo vamos a morir y lo cierto es que nadie tiene respuesta. Por eso que vale la pena aprovechar cada día de vida y agradecer a Dios por darnos la oportunidad de vivir un día más.
Un abrazo.

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