María nos enseña a ser Iglesia en salida
De
nuevo nos encontramos para compartir las experiencias misioneras vividas en
esta última semana. El mes de mayo, en Parí Cachoeira, como en muchos otros
lugares del Río Negro, existe la tradición de que la imagen de María visite las
casas de las familias. La sede de la parroquia está dividida en seis
comunidades, teniendo cada día seis celebraciones diferentes, por lo que a lo
largo del mes son visitadas todas las casas.
Estoy
convencido de que el Dios de Jesucristo es alguien que va al encuentro del
pueblo, que quiere hacerse presente en la vida de la gente en el día a día, no
es un Dios estático que se queda encerrado en un lugar concreto y sí alguien
que sale, que se desplaza. En este sentido, María, la primera y mejor
discípula, nos sirve como ejemplo de esa Iglesia en salida que debemos
construir para ser mejor presencia de Dios en medio de la gente y anunciarle
hasta los confines del mundo, hasta la última casa.
Por
otro lado, poco a poco, uno va conociendo a la gente y descubriendo que, en
medio de una gran mayoría que es buena gente, existen aquellos que se creen más
que los otros y desde ese palco que se han construido pretenden dominar la vida
de los otros e imponerse como auténticos señores feudales. Nadie puede pensar
que por el hecho de saber leer, y poco más, ya es doctor y tiene que ser
tratado como tal, despreciando a quienes la vida no les dio tantas
oportunidades.
El Dios
de María es aquel que derriba del trono a los poderosos y enaltece a los
humildes, que camina al lado de los pequeños, de los excluidos y que espera que
aquellos que nos decimos discípulos estemos dispuestos a hacer realidad el
proyecto de Dios en nuestros días y en los lugares en los que las
circunstancias de la vida nos han puesto, aunque ello nos lleve a enfrentarnos
con los poderes establecidos.
Jesús
envía a sus discípulos, como nos recordaba ayer el evangelio de la fiesta de
Pentecostés, y en ellos también nosotros somos enviados. El reto es asumir ese
envío y estar dispuestos a ir siempre más allá y tener la valentía suficiente
para anunciar sin miedo que vivir de acuerdo con sus valores y hacer realidad
el Reino de Dios es una tarea apasionante que da sentido a nuestra vida y nos
hace plenamente felices.
Un abrazo.
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