Comunidades indígenas, ejemplos de verdadero cristianismo
Esta
semana he estado de itinerancia en algunas de las comunidades más
alejadas de la sede de la parroquia. Me han acompañado la hermana
Socorro, que es una de la salesianas que trabajan en Parí Cachoeira
y el padre Mauricio, un misionero italiano que está conociendo la
diócesis y ha pasado casi dos semanas en nuestra parroquia.
En
la cabeza de mucha gente el misionero viene a ayudar y a enseñar a
quien no sabe nada, sobretodo en lo referente a la religión. En la
misión he descubierto que hay lugares donde el cristianismo es más
puro, más verdadero, donde aquello que nos cuenta el libro de los
Hechos de los Apóstoles sobre las primeras comunidades cristianas
todavía es una realidad actual.
Como
hijo de una cultura occidental, cada vez más extendida, donde la
visión individualista de la existencia se ha convertido en motor que
conduce el cotidiano de la gente, puedo decir que en la misión uno a
aprende lo que significa dar todo lo que uno tiene. En la última
comunidad de uno de los ríos, en un lugar donde la gente con sus
pequeñas canoas tarda más de una semana en llegar a la ciudad, vi
como una madre nos traía todo lo que tenía para que ella, su marido
y sus cinco hijos pequeños cenasen esa noche, vi como en todas las
comunidades por donde pasamos la gente iba a pescar de noche para
poder tener alguna cosa para compartir en la comida comunitaria que
sucede a todas las misas que celebramos en las comunidades.
El
cristianismo es una religión eminentemente comunitaria, aunque
algunos se empeñen en querer acaparar al Dios cristiano como algo
propio y exclusivo, una religión que nos lleva a vivir de un modo
diferente y anteponer el nosotros al yo. Eso, que se ha perdido en
muchos lugares que se quieren poner como ejemplo de verdadero
cristianismo se conserva y se fortalece en lugares aislados, de gente
a la que muchos consideran inferiores, faltos de conocimiento y de
vivencia cristiana.
Dios
nació en las periferias y se sigue haciendo presente de forma
preferente en esos lugares. Ser misionero me ayuda a descubrirlo y a
crecer en un cristianismo verdadero. En todas las comunidades por las
que pasé esta semana hubo bautizos y en una de ellas dos bodas. No
había ropas elegantes ni adornos pomposos, pero se percibía que
Dios estaba presente en la fe y la alegría de una gente que
transmite con su forma de entender la vida que ser cristiano es hacer
todo lo posible para que aquel que está a mi lado pueda ser cada día
más feliz.
Que
el domingo del DOMUND, que mañana celebramos, pueda ayudarnos a
descubrir la necesidad de ser misioneros con ojos y oídos abiertos.
Sólo así podremos descubrir que Dios se hace presente en cada
cultura, en cada persona, en cada situación con las que nos
deparamos cada día. Es el mejor modo de crecer y descubrir el
verdadero cristianismo.
Un
abrazo a todos/as.
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