Nos da igual que se mueran los que no cuentan
Hola a todos/as:
La muerte de los que no cuentan se ha
convertido en una realidad que no provoca reacciones en la gente, que
se ve como algo que forma parte del paisaje y que en el fondo nos da
igual. Digo esto después de visitar una comunidad esta semana,
momento en el que supe que en la comunidad vecina se han suicidado en
las últimas semanas doce personas.
Es una comunidad de hupdas, los parias
de la región, aquellos que todo mundo desprecia y explota y de los
que no importa la suerte que corran. Confieso que no sé como
reaccionar ante esta situación, que es algo que me supera y me lleva
a hacerme muchas preguntas para las que no encuentro respuesta.
Como Iglesia hablamos mucho de los
hupdas, pero en el fondo, cuando hacemos algo, es poner tiritas en
una herida por la que alguien se está desangrando. No queremos
enfrentar las causas verdaderas que están detrás de todo esto.
Tampoco las otras instituciones están haciendo nada para cambiar las
cosas.
Uno de los grandes problemas es el
alcoholismo, que se ha instalado en las comunidades, especialmente en
ésta, pues los suicidios suceden cuando han bebido. Son personas
concretas, con rostro, la mayoría jóvenes, padres y madres que
dejan a sus hijos en una situación crítica y miserable y con un
futuro de lo más desalentador.
En la comunidad en la que estab, donde era la fiesta, los hupdas llegaron con su abundante
“caxiri” para tomárselo con sus parientes, como si fuese un
verdadero botellón. Es una bebida que ellos mismos preparan con yuca
fermentada y que sólo paran de tomar cuando se acaba, momento en el
que la mayoría ya no sabe ni donde está. Las mujeres se esfuerzan
en preparar mucho “caxiri” y de buena calidad, pues eso es motivo
de reconocimiento social.
Independientemente del lugar en que
vivamos, la realidad y las actitudes de fondo cambian poco. Los que
están en la parte de arriba de la pirámide difícilmente se
preocupan con los que están debajo. Nuestra vida cristiana se reduce
a sentimientos piadosos, olvidándonos de que es necesario implicarse
en una realidad social que no responde a aquello que nos propone
Aquel a quien decimos seguir.
No podemos decir, sobretodo en este
tiempo de Adviento, que queremos acoger al Dios encarnado si no
estamos dispuestos a reconocerle ya presente entre nosotros. Nos
falta valentía para dar un paso al frente que nos lleve a construir
una sociedad diferente, un mundo mejor para todos, el Reino de Dios.
Celebrar de nuevo en tukano y ver la
reacción de la gente, inclusive escuchando a alguien que estoy
convencido no habla cosas fácilmente comprensibles para ellos, me
lleva a preguntarme por qué se ha tardado tanto en dar este paso que
ahora se está intentando llevar cabo. Como Iglesia tenemos que ser
valientes para evangelizar, para que la gente se sienta identificada
dentro de una comunidad que hace presente el Espíritu de Jesús de
Nazaret en cada lugar concreto, en cada momento histórico. ¿Cómo
anunciar a los pueblos indígenas del Río Negro, en pleno siglo XXI,
que ser cristiano es camino de felicidad y que eso nos compromete en
la construcción del Reino?
Reflexiones que uno va haciendo en este
rincón del mundo sobre situaciones que no debemos dejar que pasen
por delante de nosotros sin que nos afecten.
Un abrazo
Señor, danos valentía para trabajar por tu Reino. Que no apartemos la mirada del desgarrador dolor de nuestros hermanos y hermanas. Patricia.
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