De resaca

Hola a todos/as:

Todavía estamos de resaca, una resaca feliz, que ha transformado la cara de la Iglesia Católica en Brasil, una transformación que ha venido marcada no sólo por la JMJ y la presencia del Papa Francisco, pues la Semana Misionera ha influenciado también decisivamente en la vida de las comunidades. Ayer y antes de ayer tuvimos el encuentro mensual con las comunidades. Estas reuniones son en cuatro lugares diferentes donde se juntan las comunidades por proximidad geográfica. En todas ellas fue destacada la importancia de la Semana Misionera, que ha conseguido provocar mudanzas concretas en las comunidades, especialmente entre los jóvenes, pero no sólo, pues se percibe una mayor participación de la gente en las misas y celebraciones y hay personas concretas que se habían distanciado y manifiestan el deseo de volver a caminar con las comunidades. Son pequeñas señales de esperanza que nos animan a continuar teniendo ese espíritu misionero que el Papa Francisco tanto incentiva.
Por lo demás, esta última semana ha tenido de todo. El jueves celebré en una comunidad a la luz de una linterna. Es un campamento de sin tierra y la batería de coche que nos servía para iluminar el lugar de la celebración no funcionaba, pero eso no es motivo suficiente para acompañar y celebrar en estos lugares de "periferia".  El viernes era la fiesta de Santa Ana, patrona de una de las comunidades que fueron visitadas en la Semana Misionera y donde pude ver esa mayor implicación de los jóvenes que señalaba anteriormente. Sábado y domingo siempre es momento para celebrar en más comunidades, en cuatro de la zona rural y una de la ciudad y pedir a Jesús que nos enseñe a rezar, como le pidieron sus discípulos, pues muchas veces nos limitamos a repetir palabras, que calan muy poco en nuestros corazones. El lunes fue momento de desconectar y junto con Erivaldo darnos una vuelta en los ríos, llenos de agua, donde disfrutamos de las cascadas y nos pusimos al día de nuestros trabajos y preocupaciones, que siempre es bueno. Martes y miércoles, como ya dije, reuniones con las comunidades.
En fin, cosas variopintas, pero siempre pensando en cómo ayudar a la gente a encontrarse con ese Dios que en Jesucristo nos ayuda a ser plenamente felices. Al final, ser misionero es eso.
Un abrazo.

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