Ser misionero: cuestión de detalles

Hola a todos/as:
Empezamos el mes de octubre, mes de las misiones, y esto nos lleva a reflexionar una vez más sobre la importancia de ser misionero, que debería ser una vocación común a todo bautizado. La misión es una dimensión constitutiva de todo discípulo, anunciar el Reino es una exigencia, pero al mismo tiempo una alegría. No siempre somos conscientes de que es a través de cada uno de nosotros que los otros pueden encontrarse o alejarse de Dios. Nuestras palabras, pero sobre todo nuestros gestos y actitudes son más importantes de lo que pensamos.
En este sentido he de decir que esta semana experimenté eso en las palabras que el señor João dijo en la celebración de sus bodas de oro. En el momento de la homilía les preguntaba si se arrepentían después de cincuenta años e instantánea e instintivamente dijo: nunca me arrepentí, ningún día. Para mi esa es una forma de ser misionero, anunciar cuando tenemos la posibilidad aquello que vivimos. Cuando alguien se casa escucha las palabras que dicen, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre. Pero eso debe ser traducido en una forma concreta de vivir, que queramos o no se hace presente para aquellos que están a nuestro lado.
En estos días todavía tuve visita, hasta el martes, por eso intente dividir mi trabajo cotidiano de acompañar la vida de las comunidades con el de guía turístico para mostrar alguna de las muchas cosas bonitas que hay en la Chapada Diamantina. El viernes fuimos a Igatú y después misa en un campamento de Sin Tierra. La realidad de esta gente impacta a quien viene de fuera y celebrar en estos lugares es un ejemplo claro de aquello que el Papa Francisco nos insiste cada día de hacernos presentes en las periferias.
El sábado por la mañana fui a Itaetê para participar de la reunión de animadores y hablar sobre las comunidades de base a partir del texto base del próximo Intereclesial. Fue un buen momento para reencontrarme con la gente de las comunidades de Itaetê, especialmente con los de la zona rural, gente que da la vida por las comunidades cada día. Por la tarde celebración en la zona rural y por la noche las bodas de oro de las que ya hablé. El domingo todas las celebraciones fueron en comunidades de la zona rural y en ellas celebramos la conclusión del mes de la Biblia, que marcó la vida de las comunidades a lo largo de septiembre.
El lunes por la mañana participé de la celebración de aniversario de la Escuela de Tiempo Integral de la ciudad, que tiene cierta vinculación con la parroquia y después nos fuimos a la Cachoeira de la Fumaça, la más alta de Brasil, un lugar impresionante, de una belleza singular, donde uno contempla esas cosas que sólo Dios puede hacer. Para relajarnos de la caminata, un baño en otra cascada, al final de la tarde y con una típica puesta de sol, con esos colores anaranjados que cautivan la mirada y el alma de cualquiera. El martes, después de mandar mi visita para Feira de Santana, donde iba a pasar unos días con Antonio Pintado, el otro español que es misionero aquí en la diócesis y que es rector del seminario, fui al médico para poner los huesos en su sitio. Por la tarde, volviendo celebré en una comunidad de la zona rural y por la noche tuvimos la reunión del Fórum de la Ciudadanía. Mi sorpresa al llegar a casa fue encontrarla invadida por los curas jóvenes de la diócesis que habían tenido reunión en Itaetê y después de tomar un baño habían venido a hacer barbacoa aquí, pues ya les quedaba de camino para volver para casa. Es gratificante encontrarme con ellos y que tengan confianza para venir, aunque yo no esté en casa, pues para mi es una señal de hermandad.
En las reuniones del Forum de la Ciudadanía se tratan temas referentes a la vida de la ciudad, que nos preocupan y el acta de la reunión se entrega al alcalde, a los concejales, que la leen en su reunión de los lunes, y a las personas implicadas para resolver estos problemas. No participa mucha gente, pues la conciencia ciudadana no hace mucho furor por aquí, pero si que están ayudando a resolver problemas concretos. Ayer por la mañana, cuando fui a entregar la copia del acta, pues yo soy el secretario, me encontré con el alcalde, que me dijo que iba a resolver una de las denuncias que hacíamos. La verdad es que él intenta resolver los problemas que le planteo y eso es bueno, porque al final quien sale beneficiada es la gente.
Eso ha sido mi semana, siempre llena de cosas que nos alimentan y nos dan fuerzas para continuar caminando y ayudando a la gente a encontrarse con ese Dios que nos cautiva de una forma que es cada vez más difícil caminar sin Él.
Un abrazo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Cuando una lata de mejillones a uno le parece un manjar

Gente que nos hace soñar con un mundo mejor

De la Ceca a la Meca